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Una transformación necesaria

Publicado el 11/09/2019 y modificado el 15/10/2019 en comunicación Imprimir

El ejemplo de las redes sociales y el uso que hacen de ellas las nuevas generaciones marca la velocidad de los cambios en la comunicación de las instituciones. Desafíos que aguardan a los educadores.

Fuente: Revista CONSUDEC / Lucas Domínguez

Francisco, un docente de filosofía en varios secundarios, se sube a un tren camino al Congreso en un áspero día de elección en diputados: a partir de ese día, la ley del aborto podría ser una opción. El vagón está poblado de banderas verdes y gente pintada del mismo color; pero no son desconocidos, son algunos de sus alumnos de 5to año. Con sólo diez años de diferencia, la generación ya es otra: él es millenial, ellos centennial. Él vio nacer y morir a MySpace (2003-2006), a Fotolog (2007 – 2009) y por último a Facebook (2010 – 2012), que sigue vigente para él, pero no para sus alumnos que prefieren plataformas como Instagram, Twitter y Snapchat. Pero el consumo en redes sociales no es lo único que los separa.

Entre los rostros de sus alumnos, encuentra uno en particular: Belén. Francisco se toma mucho tiempo en sus clases para debatir sobre el aborto; al fin y al cabo, se trata de clases de filosofía en un colegio católico, el tiempo invertido en la temática es justificado en una población de estudiantes que adscriben a una ideología contraria al ideal cristiano. El rostro de Belén, ahora pintado de verde, es uno siempre presente y atento en las clases. “Cruzamos las miradas y nos quedamos en silencio mirándonos dos segundos. Ella se sintió juzgada: yo sé que se sintió juzgada; me miró con una mirada de vergüenza. Mi mirada había sido juzgadora; no había sido la de Cristo. Ella lo que necesitaba ver no era una mirada de enojo o de juicio, sino una comprensiva, que le dijera que a pesar de eso mi amor por ella no cambiaba”.

No exagero cuando digo que Francisco lloró al contármelo; no lagrimeó: tuvo que tomarse un rato para seguir hablando. Y diluyó la pastelería en una afirmación dura: “muchos en la Iglesia tienen miedo de caer mal por miedo a decir verdad”. Acá no se trataba de cómo tratar el tema del aborto para que moleste menos, sino de cómo decir la verdad que duela, sin dejar nunca de amar.

LA GENERACIÓN QUE TODOS LLAMAN “CENTENNIAL”

No existe consenso respecto del año de nacimiento de este grupo, pero es justo decir que cualquier alumno de la secundaria, puede llamarse “centennial” o situarse en la generación Z. Tiene una pronunciada dependencia de la tecnología: aún mayor que la “Millenial” (nacidos entre 1980 y el dos mil). También son más inclinados al mundo virtual. Se habla de su escasez de habilidades interpersonales, y de valorar poco la vida familiar. Estos son algunos de los elementos que los hacen sentir por fuera de la sociedad: su sociedad existe en Internet, donde la trasgresión adolescente encuentra la falta de límites absoluta en la expresión anónima y el encuentro con ideas radicalmente opuestas a los valores de sus comunidades, o a los que le proponen en la familia; encuentran luchas sociales y dan voz a supuestas injusticias, por lo que han aprendido a tener una “gran conciencia social”.

No hay nada nuevo bajo el sol: todo esto parece la descripción normal de un adolescente de los últimos veinte años.

La diferencia principal está en esa sopa digital en la que pueden mantenerse inmersos muchas horas a la semana, que agudiza lo bueno y lo malo. No hay descanso en la identificación con esos ideales, cada día más distintos a los de ayer, en constante cambio: hoy en internet se puede encontrar, a un par de clicks de distancia, comunidades abiertas de Tumblr o de Reddit de naturalización de la pedofilia — así como suena—; y el aborto es sólo aquello de lo que se está hablando en los medios tradicionales: es el becerro de oro que congrega en la calle; y el adolescente contesta pintándose la cara de verde. Pero el aborto, como tantos otros anti-valores, son parte de una sopa virtual siempre presente en su bolsillo: en cada clase aburrida, en cada recreo, en cada minuto de viaje. Sumergirse en esa sopa es tan fácil como abrir twitter: y sí, suele ser más interesante que la clase de biología en donde se esté viendo el mismo tema.

EL CLICHÉ DEL CAMBIO CONSTANTE

En el 2006, cuando moría MySpace y Fotolog estaba en su auge, Facebook se codeaba con los alumnos universitarios para ganar un espacio en su atención. Unos años después reemplazaba a Fotolog. En el 2015 Asterhan & Rosenberg investigaba la relación profesor-alumno en Facebook; a fines del 2017 el estudio era citado por la revista Comunicar. Hoy, ni la historia de Facebook ni los estudios hechos vienen al caso. No hay un obituario de plataformas y redes sociales: es difícil saber si Tumblr o Reddit se siguen usando de manera sustancial. Lo único que no cambia es el cambio.

“Si nosotros estamos en el mismo sitio, el mundo dentro de cinco años no va a estar en el mismo sitio, va a estar mucho más allá” dice Xavier Aragay, Director de Re Imagine Education Lab. En una conferencia en Ecuador, el reconocido impulsor de los cambios en las escuelas jesuitas en España responde al público cuál es el eje central de su camino en el marco de la crisis de la educación; no tarda en responderse, con su tonada tan española: “no sé, chico, yo tengo problemas para saber dónde estaré la semana próxima”.

Podríamos simplemente citar papers del 2017 que citan investigaciones del 2014 sobre cosas que podemos o no conocer: que el medio más popular de comunicación entre los estudiantes conectados y sus profesores era a través de grupos de Facebook, “que ofrecen una fácil comunicación «entre uno y muchos», junto con un nivel de privacidad relativa – mente alto, y una mayor separación entre sus discusiones relacionadas con el aprendizaje y su actividad personal” (Kent, 2014).

Pero los centennials, ya ni siquiera usan Facebook. ¿Solución?

TRANSFORMACIÓN E INNOVACIÓN

“Yo hablo de transformar, porque innovar está quedando para pequeñas adaptaciones de un modelo que ya está obsoleto y en crisis. Es por esto que innovar ya no explica; innovar se vinculó a la tecnología, a ‘hacer alguna cosita’. Yo creo que debemos soñar a lo grande y más disruptivamente; debemos ser capaces de re imaginar la institución educativa sea escuela o universidad”. Xavier Aragay, desde un video para el Observatorio de Innovación Educativa de Monterrey, da una clave para cualquier proceso de transformación: frenar. Esta simple exhortación está presente en sus charlas y en su libro “Re imaginando la educación: 21 claves para transformar la escuela”: frenar, parar, quedarnos quietos y mirar desde otra perspectiva.

¿Con qué herramientas cuenta Francisco para comunicarse con Belén, con el resto de sus alumnos? ¿Qué grandes innovaciones lo empujan a entablar una relación que a él lo lleva a las lágrimas cuando percibe haberla juzgado? ¿Cómo transmite el mensaje del Evangelio? Él cuenta consigo mismo y con el tiempo que les brinde: tendrá sus espacios de café con los más grandes y su encuentro en redes de una forma u otra con los que apenas son adolescentes; pero, en definitiva, se trata de darle tiempo.

El paradigma en comunicación del siglo pasado, ponía el foco en el medio: hoy, de la misma forma que el foco de la educación cambia, también cambia el de la comunicación. Innovaciones en comunicación hay a mansalva, y desde Parallel nos corresponde estar atentos a diario a estos cambios; pero, hecha la tarea de innovar, nos toca transformar y brindar de nuestro tiempo, parar para observar la necesidad específica en la comunicación digital y tender lazos de comunicación interna con cada institución. En esta tarea, recomendaría confiar en aquella generación “bisagra” que es la millenial, porque cuenta con una sopa digital más amplia.